CARACTERISTICAS DE LA EXPERIENCIA EN LA DIOCESIS DE MILÁN

El grupo. Desde 2014, la Diócesis de Milán aceptó el desafío de acompañar a un grupo de familias de diferentes ámbitos (OFS, Operación Mato Grosso, Asociación de Scouts, Asociación de Papa Giovanni XXIII, Comunión y Liberación, misioneros laicos de la Consolata, familias misionarias fidei donum ) y apoyarles en el camino. Todas ellas tienen una significativa experiencia eclesial y están llenas de gratitud por lo que la Iglesia les ha aportado en su camino eclesial, con el deseo de “devolver” lo que han recibido. Podríamos decir que esta es una “vocación” de la pareja dentro de la vocación matrimonial.

Ser iglesia. Es realmente hermoso compartir esta experiencia con parejas que tienen diferentes afiliaciones de la iglesia, una riqueza increíble, que da la sensación de ‘ser iglesia’.

El obispo emérito de Milán, el cardenal Angelo Scola, habló de “diversidad en la unidad”. Son familias que han elegido vivir en parroquias de la diócesis de Milán para una experiencia de unos años de hospitalidad, corresponsabilidad pastoral con los sacerdotes, fraternidad, para dar una cara familiar y plural a la parroquia y a la Iglesia. Una Iglesia donde las vocaciones – al matrimonio, al ministerio ordenado o la de los religiosos – se alimentan y refuerzan entre sí, en donde juntos nos ponemos al servicio del Evangelio.

La familia “sigue siendo familia” con sus tiempos, ritmos, espacios. Los cónyuges mantienen su trabajo, no sólo como una fuente de ingresos y logros personales, sino también como una ocasión para el testimonio y el anuncio. Son económicamente independientes de la parroquia. Los niños viven la vida del vecindario, a menudo en las escuelas del área. Es en este contexto que los contactos más significativos nacen con aquellos que están lejos de la vida de la parroquia. La experiencia en la parroquia es para un periodo limitado, con la disponibilidad de continuar viviendo en la parroquia incluso cuando cambian los sacerdotes/párrocos.

Un estilo abierto. La primera tarea de la familia es la de la presencia “en el umbral” en un estilo abierto y acogedor para los que llaman a la puerta. Se asumen, de acuerdo con las necesidades de la comunidad, eventuales tareas de animación pastoral que no reemplazan a los laicos que ya están en la parroquia, sino dan soporte a una presencia laica cada vez más significativa.

El sacerdote encuentra en la familia la oportunidad de encontrar un clima familiar: compartir algunas comidas en la semana, escuchar momentos de la Palabra o de oración, gestos de atención, buena vecindad, intercambio fraterno y colaboración pastoral.

Cada realidad es aparte, el mismo espíritu, pero no un modelo único. Diferente si los sacerdotes y las familias viven “en el mismo lugar” o, en el caso de las unidades pastorales, los sacerdotes y las familias
viven en casas parroquiales distintas.

 

El tiempo lentamente nos está entregando ciertos resultados:

la familia, con su vida en el barrio, tiene oportunidades que un cura no tiene de anunciar el Evangelio y de observar el territorio : en la escuela, en las instalaciones deportivas, el patio de recreo; las munidades parroquiales experimentan la riqueza de esta nueva fórmula pastoral que ayuda a imaginar una Iglesia cada vez más ministerial;

aumenta el rol y la participación de los laicos y las familias en la vida parroquial;

invita a hacer de la parroquia un lugar de relación en lugar de la provisión/uso de servicios;

la presencia de la familia ayuda a sacerdotes a imaginar una parroquia construida para familias, teniendo en cuenta los ritmos reales y las cuestiones que plantea.

Los sacerdotes, sobre todo en los contextos urbanos periféricos, pueden compartir la acción pastoral y dificultades al encontrar una humanidad indiferente, dolorida, a veces incluso  degradada; la familia residente permite mantener una presencia viva y de Iglesia incluso en las parroquias sin un sacerdote residente.

Nuevas fronteras. Sin querer aventurarnos en sueños demasiado distantes de la realidad, estamos convencidos de encontrarnos en un laboratorio pastoral que permite a nuestras comunidades cristianas vivir con más serenidad el reto que esta vez nos enfrenta: ¿cómo podemos seguir siendo
cristianos en medio de la gente? ¿Cómo podemos seguir encarnando la vida cristiana y la fe en la vida cotidiana? La transformación social que se ha acelerado en los últimos años, el pluralismo cultural y religioso, las nuevas fronteras abiertas por la ciencia y la tecnología
obligan a la comunidad cristiana a preguntarse acerca de las formas de presencia en la sociedad, para permanecer fiel al compromiso de ser Iglesia entre los hogares de los hombres.

Esta experiencia se está revelando a la Diócesis de Milán como un lugar precioso donde hacer estas y otras preguntas. Y cuando una  experiencia genera más preguntas que respuestas, es un signo de la presencia del Espíritu Santo. Hacemos mucho hincapié en que para esta forma de vida de la iglesia no son suficientes unos laicos bien preparados que la elijan, sino que son indispensables también sacerdotes y obispos “nuevos” en estilo y mentalidad.